Mesas de cocina
Las mesas de cocina cumplen una función utilitaria central, a menudo distinta de la de las mesas de comedor. Sirven tanto para preparar comidas cortas como para comer. Su formato depende de la distribución: un modelo mural que se pliega en una cocina estrecha, una isla con taburetes para un espacio abierto, o una mesa rectangular compacta para las cocinas familiares. Una mesa de cocina debe estar adaptada a un uso frecuente, a los gestos técnicos y a la organización precisa del espacio disponible. leer más >
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Los usos específicos de una mesa de cocina
Una mesa de cocina no tiene el mismo papel que una mesa de comedor instalada en un salón. Se ubica en un espacio en el que existen fuertes condicionantes técnicos: proximidad a las zonas de cocción, necesidad de superficie para la preparación, circulación entre puestos de trabajo. A menudo se utiliza para desayunos cortos, pausas o comidas sencillas y debe permanecer accesible incluso en periodos de mucho trabajo.
La mesa también puede utilizarse como prolongación de la encimera. En cocinas compactas, completa la superficie de preparación cuando las encimeras fijas son insuficientes. En configuraciones más abiertas, actúa como elemento de transición entre la zona técnica y el comedor. Por tanto, su posición, altura y dimensiones deben elegirse en función de la ergonomía del espacio, no sólo del número de comensales potenciales.
Formas, formatos y materiales adecuados
El formato depende sobre todo de la superficie disponible. En cocinas pequeñas, una mesa mural abatible o un modelo estrecho apoyado en la pared pueden ofrecer un compromiso entre ahorro de espacio y funcionalidad. En espacios más amplios, una mesa central permite organizar la cocina en torno a un eje polivalente. La altura estándar se aproxima a la de una encimera, entre 72 y 90 cm según el uso previsto. Algunos modelos más altos, conocidos como mesas snack, vienen con taburetes altos y pueden utilizarse como isla abierta.
La elección del material está directamente relacionada con la frecuencia y la naturaleza del uso. La madera maciza es resistente, pero puede marcarse si el acabado no es el adecuado. El laminado ofrece una superficie lisa y fácil de limpiar. El metal pintado o el plástico reforzado son adecuados para un uso intensivo o cocinas profesionales. El cristal se utiliza poco en este contexto, debido a su fragilidad y a un mantenimiento más exigente. Es fundamental elegir un material compatible con las condiciones de humedad, calor y dureza mecánica.
Agregación, mantenimiento y circulación
La ubicación de la mesa de cocina debe respetar las distancias mínimas para permitir una circulación fluida. Se recomienda un retranqueo mínimo de 70 cm por cada lado destinado a asientos. Si la mesa se coloca en el centro, no debe obstaculizar el acceso a los muebles bajos, ni bloquear las aberturas de los electrodomésticos. Una disposición en L o en paralelo permite a menudo optimizar el espacio, integrando la mesa en la lógica del triángulo de trabajo (frigorífico, fregadero, placa de cocción).
El mantenimiento debe ser rápido y sencillo. Los materiales deben resistir a los productos de limpieza habituales. Las patas deben permitir pasar una escoba o una fregona por encima sin manipulaciones complejas. La mesa no debe convertirse en un obstáculo, sino en un soporte funcional para el uso diario. La incorporación de almacenaje integrado (cajones, estantes bajos) puede ser útil si el espacio lo permite, siempre que no cree desorden visual ni obstruya el acceso a los asientos.
Seleccionar una mesa de cocina significa pensar ante todo en el uso. El mueble debe responder a una lógica de espacio, circulación y frecuencia. No es sólo un elemento de confort, sino una herramienta integrada en una estancia activa, donde la ergonomía prima sobre el efecto decorativo.
La mesa de cocina no es sólo un elemento de confort, sino una herramienta integrada en una estancia activa, donde la ergonomía prima sobre el efecto decorativo.
La mesa de cocina no es sólo un elemento de confort, sino una herramienta integrada en una estancia activa, donde la ergonomía prima sobre el efecto decorativo